Liesel
esperaba, excitada como una
niña, la llegada del escultor,
y cuando éste regresó al fin,
después de aquellos días de
ausencia, casi corrió impetuosamente
a recibirle, olvidando su gravidez.
-¿Cómo
está, cómo está? –fue lo primero
que preguntó ante un fatigado
Dorigny al que cubría el polvo
del viaje. El escultor sonrió
a pesar suyo, cautivado una
vez más por el infantil encanto
de aquella muchacha.
-Bien,
dentro de las circunstancias,
no hay que olvidar que se halla
en prisión; os sigue amando
como el primer día, y ahora
que sabe que va a ser padre...
Ella
se ruborizó intensamente.
-Me
tenéis que perdonar; no os lo
advertí.
-No
os preocupéis, lo entiendo muy
bien, era algo demasiado íntimo
y que sólo vos podíais confiarle...
-¿Qué
impresión le hizo saberlo? –inquirió
ella preocupada.
-Fue
lo mejor que podía ocurrirle;
al leerla se convirtió en un
hombre nuevo.
Liesel
se llevó una mano al vientre
y pareció quedar absorta unos
segundos mientras una vaga sonrisa
de felicidad se insinuaba en
sus labios, tiempo que aprovechó
Dorigny para despojarse del
sombrero y el abrigo que prestamente
recogió un adusto Antoine.
-¡Contadme
más cosas, monsieur!... ¿Os
ha dado una carta para mí?
Philippe-Lucien
la extrajo del bolsillo de su
casaca, se la tendió y en tanto
ella rompía ávidamente el lacre,
él comentó bienhumorado:
-Cumplí
vuestro encargo abrazándole,
pero me imagino que hubiese
preferido que no fuese yo quien
lo hiciera.
Liesel,
que intentaba torpemente desplegar
la misiva, fijó entonces sus
ojos en Philippe-Lucien y dijo,
con una extraña expresión en
el semblante, estas insólitas
palabras:
-Devolvedme
ese abrazo, monsieur Dorigny,
el abrazo de Wilhelm.
El
escultor se quedó inmovilizado
por el asombro, y sin saber
que responder, permaneció quieto
contemplándola; era lo último
que hubiera pensado escuchar
de sus labios. Ella se le acercó,
en vista de su estupor, hasta
quedar frente a él, y sin añadir
nada más, su mirada fue tan
suplicante, que Philippe-Lucien
no tuvo más remedio que abrazarla.
Como es natural, era la primera
vez que lo hacía y la idea de
que la estaba cogiendo entre
sus brazos, le turbó considerablemente,
pero fue igual que abrazar a
una estatua pues la muchacha
parecía haber caído en trance
y a buen seguro su alma se hallaba
en esos momentos días antes,
en la fortaleza de Wolkenbruch,
y no era el escultor quien la
abrazaba sino el poeta. Ella
no correspondió al abrazo, limitándose
a recibirlo, aunque su rostro
descansara apenas un segundo
sobre el hombro de Dorigny,
y éste no quiso hacerlo estrecho
porque no procedía, pero sintió
su cuerpo cálido, su mejilla
rozando la suya, su respiración
junto a su rostro, su perfume,
y de buena gana, en aquel mismo
momento, la hubiera besado apasionadamente
de no saber que aquello hubiese
significado el fin de su amistad.
En
tanto el abrazo duró, una dolorosa
eternidad para Philippe-Lucien,
ella mantuvo los ojos cerrados,
y al terminar -muy pálida- se
apartó con viveza del hombre
sonriéndole con agradecimiento.
-Sois
tan bueno, señor –murmuró, y
acto seguido tomó asiento para
poder leer detenidamente la
carta de su amado.
Dorigny
abandonó la sala tambaleándose
como si estuviera borracho.
De
febrero a junio, los meses transcurrieron
sin que en apariencia sucediesen
cosas relevantes en las vidas
de los tres personajes de nuestra
historia; Liesel iba adelante
con su feliz embarazo, Wilhelm
y ella seguían cruzando tiernas
cartas de amor y Philippe-Lucien
trabajaba en su grupo escultórico
con una actividad casi febril,
lo único, de vez en cuando,
y bajo la complicidad reprobatoria
de Antoine que adivinaba en
aquella conducta causas bien
distintas, hacía secretas escapadas
a ciertos lugares de placer
que sólo servían para entristecerle
aún más y hacerle sentirse culpable
cuando Liesel le miraba cándidamente.
En
el transcurso de esos meses,
repito, y en la total ignorancia
de los interesados, medió una
nutrida correspondencia entre
la duquesa madre Anna Amalia
y su primo el príncipe reinante
del vecino estado, siendo el
motivo principal Wilhelm von
Reisenbach y su contencioso.