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MozartEL VERDADERO ROSTRO DE MOZART
© 2006 Estrella Cardona Gamio

El rostro de aquellos protagonistas de la historia a quienes conocemos físicamente a través de cuadros, dibujos o esculturas, suele no ser exacto la mayoría de las veces, y con Mozart no tenía porque ser diferente ya que si bien abundan los retratos que se le hicieron, empezando, como no podía ser de otro modo, desde su infancia, sólo dos o tres son los auténticos repartidos entre sus años infantiles y en la edad adulta.

Comencemos por el último retrato fidedigno que se le hizo en vida y que a semejanza de su Réquiem quedo inacabado, este retrato es obra del pintor Joseph Lange, cuñado suyo al casarse con la hermana de Constanza, Aloysia Weber –el primer amor de Wolfgang-. Referente al citado cuadro existe un comentario de Constanza que afirmaba “que tenía un gran parecido mucho más fiel que el grabado”, habiendo sido éste realizado por Doris Stock con anterioridad. También se habló, como modelo, de una reproducción hecha en cera por un artista berlinés y que Constanza aseguraba era un Nannerl y WolfgangMozartfiel duplicado del rostro de su marido.

Pero el retrato que ha pasado a la posteridad casi como la imagen oficial de Wolfgang Amadeus Mozart, es sin duda el que pintó la pintora Bárbara Krafft por encargo en 1819, veintiocho años después de su muerte, y en el que se basó en dos cuadros que la hermana de Mozart, Nannerl, le prestó de buena gana para que copiase sus rasgos, el antes mencionado de Joseph Lange y otro que se les pintó en 1780 a su hermana, a su padre y a él junto al teclado. Entonces  Mozart contaba veinticuatro años.

En cuanto al mejor retratoMozart niño de su infancia, todos señalan al pintor Greuze como su inspirado autor, teniendo bien presente que lo realizó en 1763, con el chiquillo posando para él fuera de los “focos” del escenario. Retrato de una naturalidad exquisita que nos permite apreciar a un Wolfgang niño alejado de toda afectación y con un rostro que refleja en la mirada, y en el gesto, una gran inteligencia, a años luz de cualquier estereotipo edulcorado de los otros muchos retratos que en su infancia le hicieran, a veces incluso sin tenerlo delante, copia de copias u originales en los que los pintores habían adecuado al niño a la moda imperante, costumbre, por otra parte, habitual entonces pues se sacaban retratos de miniaturas, bajorrelieves, obras escultóricas y cuadros de otros pintores, consiguiendo de esta manera que el personaje inmortalizado fuese perdiendo su aspecto y expresión  hasta convertirse en una especie de parodia de si mismo.

En cuanto a las descripciones escritas que de él se hicieron en su tiempo por quienes le trataron, hermana, esposa y amigos, sabemos que era menudo de estatura, más bien de complexión débil, muy pálido de piel, que poseía unos grandes ojos -detalle que se aprecia en el retrato de Greuze-, y una abundante cabellera natural –de pequeño casi siempre posó con peluca-, de pelo muy fino, de la que estaba infantilmente orgulloso.


Dedicado a Mozart
27 Enero, 2006