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Víspera de la muerte de Mozart - Pintura de Thomas ShieldsREQUIEM
© 2006 Estrella Cardona Gamio

Todos conocemos más o menos como fueron los últimos años de la corta vida de Mozart: mucho trabajo, muchas penuria económicas, éstas más que nada determinadas por una manera de vivir muy poco responsable en lo que a buena administración económica se refiere; Mozart llegó a ganar fortunas que se dilapidaron alegremente, nunca mejor dicho lo de alegremente, por él y por su alocada esposa. De haber sido más previsores, es posible que la angustia de verse sin dinero, cuya preocupación amargó los últimos días de la existencia del compositor, no habría tenido lugar y quién sabe si ello hubiese equivalido a un alargamiento de su vida, pero así fueron las cosas, tristemente, el inicio de una leyenda típica: el genio que muere en la miseria. Sin embargo, no sólo eso constituye la aureola que envuelve al músico; aún hay otra leyenda lo suficientemente sugestiva como para que a pesar del tiempo transcurrido desde su fallecimiento, continúe de permanente actualidad, se trata del famoso Réquiem a través de cuyo encargo y creación inconclusa, hayan corrido ríos de tinta, incluso involucrando como asesino a Salieri en lo que no es más que pura calumnia.

Wolfgang Amadeus Mozart fue un niño enfermizo que no se murió de puro milagro al ser explotado por un padre a quien las enfermedades infantiles del niño en lo único que le preocupaban era en que si él estaba enfermo no se cobraba. Obligándole a trabajar por encima de sus fuerzas, y no precisamente bien alimentado como su labor requería; la malnutrición y el agotamiento, impedirían que años más tarde pudiese encarar la existencia con la necesaria vitalidad y así murió muy tocado orgánicamente falleciendo a consecuencia de una uremia, sin ninguna necesidad de que nadie le envenenase como se llegó a rumorear.

Casa de Viena donde murió MozartEn cuanto al Réquiem y al misterioso caballero que fuera a visitarle para encargárselo, no se trataba de un fantasma ni de la Muerte disfrazada y con antifaz, adminículo muy en boga en el siglo XVIII, la que se presentó en su casa, sino el caballero Anton Leitgeb, hijo del burgomaestre de Viena, e intermediario del conde Walsegg Stuppach, quien, a la muerte de su esposa, quiso dirigir su Réquiem, o sea contratar a un músico, que en este caso trabajara como “negro” con objeto de que el conde pasara por un gran artista, costumbre por otro lado frecuente en aquellos tiempos y también mucho más tarde. Pero en este caso, la composición musical se les escapó de las manos a todos cobrando vida propia y una autoría incuestionable, ya que incluso el que la acabase posteriormente su discípulo Franz Xaver Süssmayer, no minimiza para nada el esfuerzo y la gloria de Mozart.

Wolfgang murió a la 1 de la madrugada del 5 de diciembre de 1791 y enterrado de misericordia en una fosa común; ese día nevaba y aunque estuvieron presentes en el funeral personajes como Salieri, Albrechtsberger, Van Swieten, algunos francmasones y nobles, nadie le había acompañado al cementerio, ni siquiera su viuda, pues el tiempo era sumamente desapacible y lo desaconsejaba.

El emperador José II se encargó de que a la viuda se le concediera una pensión y también se preocupó de que se hiciera un concierto a beneficio de la desvalida familia y Federico Guillermo de Prusia adquirió a alto precio unos manuscritos del compositor.

Stanzy se volvería a casar, tras convivir 16 años en pareja, con Georg Nikolaus Nissen, de quien enviudó en 1820, ella, por el contrario vivió largos años, y en más de una ocasión ayudó a los biógrafos de su primer marido, pero se apartó totalmente de Nannerl.

Pero Mozart sigue vivo a través de su música, y todos lo sabemos, y a cada nuevo aniversario suyo, nacimiento u óbito, de cien en cien años, gentes habrá que lo recordarán especialmente, como ahora yo, uniéndome al coro de cuantos en el 2006, lo han hecho.

 

Dedicado a Mozart
27 Enero, 2006