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EL JARDINERO de Rabindranath Tagore

Traducción de Zenobia Camprubí Aymar

Poema VIII

“Desperté con los primeros pájaros y ya mi lámpara moría. Y me fui a la ventana abierta y me senté; con una guirnalda fresca en mis cabellos sueltos... Por el camino venía él en la nieve rosada de la mañana. Traía al cuello una cadena de perlas y el Sol le daba en la frente. Y se paró en mi puerta y me dijo ansioso: ¿Dónde está ella, di? Me dio vergüenza de decirle: Ella soy yo, hermoso caminante, ella soy yo.

Anochecía y aún no habían encendido... Yo me cogía el pelo con desgana. Él llegaba en su carroza, toda incendiada de rojo por el Sol poniente. Traía el traje lleno de polvo. La espuma hervía en la boca anhelante de sus caballos... Se bajó a mi puerta y me dijo con voz cansada: ¿Dónde está ella, di? Me dio vergüenza de decirle: Ella soy yo, caminante fatigado, ella soy yo.

Esta noche de abril, la lámpara arde en mi alcoba, que la brisa del sur colma suave. El loro charlatán duerme en su jaula. Mi vestido es azul como el cuello de un pavo real, y verde mi manto como la hierba nueva. Sentada en el suelo, junto a la ventana, miro la calle desierta... Y pasa la noche oscura y no me canso de cantar: Ella soy yo, caminante sin esperanza, ella soy yo.”

Cuando leí este fragmento de El Jardinero, tenía yo más o menos, nueve años, y me causó una impresión extraordinaria que todavía perdura a pesar de que ha trascurrido mucho tiempo. Después he tenido ocasión de leer el mismo poema en diferentes traducciones, muy buenas todas aunque ninguna de ellas haya podido superar, para mí al menos, la excelente que hiciera en su día Zenobia Camprubí Aymar, esposa de Juan Ramón Jiménez, y hoy he querido traerla aquí en testimonio de mi admiración, tanto al autor, como a su exquisita traductora. 

Estrella Cardona Gamio 26.11.2004

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