Estrella Cardona Gamio página personal
e-mail

Home|Me presento|Páginas seleccionadas|Actualidad|Muy personal|Pensamientos célebres|Novela|Contenidos|Aviso legal

 
 

Puedes leer mis novelas, cuentos, artículos, etc., en...

CCGEdiciones
ADOLF-art
Badosa.com
Letralia
Atalaya -Ciudad Letralia-

VAMPIROS

Mis libros en papel...

Mis libros en papel...


Se reunieron de nuevo a la hora de la comida, lo cual sorprendió a Liesel, mas Wilhelm permaneció extrañamente silencioso, y después de comer desapareció escaleras arriba con el pretexto del trabajo. La joven, al quedar sola, y como su tarea no era urgente y disponía de la mayor libertad de movimientos, decidió dar un paseo hasta la fuente del jardín, o, mejor dicho, el manantial que tanto le había ponderado von Reisenbach la noche anterior.

Al pasar frente al ventanal de la biblioteca, aunque de lejos, pudo ver su rubia cabeza inclinada sobre lo que debía estar escribiendo, cosa que le hizo sonreír con cierta tristeza al pensar que el trabajo era para él lo primero y que podría pasarse la vida entera inclinado sobre una mesa dejando que los días de sol y cielo azul desfilaran frente a su ventana sin más, viviendo muchas vidas ajenas, pero no la suya en plenitud.

El rumor del manantial fue su guía a través de los vericuetos del jardín, y cuando llegó al calvero en donde la naturaleza había decidido que estuviera la fuente, comprobó admirada como el caballero no había mentido en su descripción del lugar, lo que no le había dicho es que el agua formaba una especie de embalse de escasa profundidad, aunque más grande de lo normal, de aguas muy limpias y húmedas orillas en las que, efectivamente, la hierba crecía entre pulidos guijarros. Se adivinaba que el fondo era blando pese a algunas piedras, y que, por serlo, debía absorber el agua que sin cesar manaba por entre las rocas, una especie de túmulo gris verdoso sin artificio alguno. El aire, cálido en aquellas primeras horas de la tarde, era ya prácticamente veraniego, y pues apetecía disfrutar de la frescura de la fuente, del apacible colorido verde que la circuía, Liesel tomó asiento en el banco rústico que allí fuese colocado como público de no se sabe qué invisible espectáculo.

Sentada en el banco, permaneció por lo menos durante hora y media dejándose llevar por la tranquilidad y belleza del ambiente, sin pensar apenas, fluyendo ella misma como el agua del manantial, confundida en su rumor. Volaban algunas mariposas, zumbaban abejas y todo invitaba a la somnolencia, pero Liesel no se durmió prefiriendo contemplar el diminuto escenario que tanta paz traía a su espíritu.

Al cabo decidió regresar al pabellón reclamada por su tarea cotidiana. Ignoraba si el poeta quería que copiase el libro completo de cuentos, pero como no le había hecho observación alguna al respecto –aún no había tenido ocasión de corregirle nada-, era de suponer que deseaba que continuase, aunque en cierto modo no dejaba de ser razonable; él estaba escribiendo su obra de teatro y de ahí a que diera por terminados actos o escenas, en la primera conversación sobre el tema se había tomado la molestia de explicarle las diferencias, daba la impresión de que iba a transcurrir algún tiempo y bueno era practicar en el entretanto.

Al levantarse para marchar, lanzó una mirada de despedida a la fuente y a la pequeña laguna formada bajo ella. Estaba tan cerca del agua que podía verse reflejada de cuerpo entero y con la mayor claridad. Semejaba una aparición, rosa sobre verde; le dieron ganas de descalzarse y caminar dentro del agua, pero hubiera tenido que quitarse las medias de seda y con el impedimento de aquellas faldas tan amplias, hubiera representado más que nada un engorro muy grande. Dio media vuelta y ya se alejaba, cuando le asaltó el pensamiento de que, puesto la estación lo permitía, tal vez no fuese mala idea la de escaparse un día muy temprano, y, con sus vulgares ropas de criada, venir al manantial para darse un baño. El fondo no debía llegar ni al metro y medio en su parte más honda, por lo que no corría ningún peligro y siempre sería muy agradable sumergirse en aquellas aguas tan limpias. Sí, lo haría, tal vez a la mañana siguiente, o a la otra. El lugar era resguardado y no existía riesgo de ser sorprendida por nadie, pensó inocentemente.

 

EL DESTERRADO © 2004 Estrella Cardona Gamio. |Aviso legal+Índice

Enlaces
Índice de contenidos
Páginas seleccionadas
Actualidad
Muy personal
pensamientos célebres
Novela
Novela on line
El desterrado
Mis blogs en:


© Estrella Cardona Gamio. Reservados todos los derechos. En línea desde 2004