-No
he estudiado en profundidad la obra
de Cellini, alteza, pero sí, a simple
vista, creo que puede atribuírsele;
es perfecta e indudablemente posee
su estilo.
La
duquesa sonrió complacida.
-No
sabéis cuanto me alegro; de esta suerte
no habremos perdido el tiempo ninguno
de los dos –y de nuevo, a una imperceptible
señal suya, primero indicó a la dama
que dejase la obra sobre un mueble
para que el escultor pudiera observarla
con detenimiento y luego que se marchara.
Philippe-Lucien advirtió entonces
que las otras dos damas que allí había,
tras hacer sendas reverencias, salieron
en pos de la primera.
El
escultor tembló interiormente; no
le cabía ninguna duda de que las cosas
iban a complicarse y como en su conciencia
pesaban todas cuantas gestiones secretas
venía realizando para liberar a Wilhelm
von Reisenbach, dedujo que la duquesa
estaba al tanto de ellas, y aguardó
sus palabras con el ánimo contrito.
-Sentaos,
monsieur Dorigny, pues vos y yo tenemos
que hablar... Ha llegado a mis oídos
que hospedáis a una dama en vuestra
casa, una dama nada común ciertamente,
ya que es la esposa del Wilhelm von
Reisenbach... –con qué de esto se
trataba, se dijo muy inquieto el escultor
porque entonces cayó en la cuenta
de que no le había notificado personalmente
a la duquesa el hecho de que Liesel
fuera su invitada, omisión de todo
punto imperdonable puesto que debía
de haberle pedido permiso dado que
él se hallaba alojado en una dependencia
estatal- Y que es vuestra huésped
ya que os unen lazos de amistad con
el poeta, y al haber éste ha caído
en desgracia, vuestra caballerosidad
se ha ocupado de tender la mano a
quien en su necesidad lo precisa...
No os oculto que me ha sorprendido
la noticia de que von Reisenbach estuviera
casado, porque hasta hace poco nadie
lo sabía... y sí en cambio, otras
cosas que nada tienen de edificantes
si hablamos de ciertos gustos contra
natura... Pero lo más asombroso de
este asunto es que el poeta, estimable
como tal por otra parte, siempre tuvo
una reputación muy distinta, vos me
comprendéis, que le convertía en el
favorito de las damas... O sea, que
la situación se presenta como un laberinto
sin salida, ¿no os parece? –y se lo
quedó mirando lo mismo que si pretendiese
leer sus pensamientos.
-Alteza,
ese rumor al que aludís, es falso,
ya que Wilhelm von Reisenbach es un
varón sin menoscabo de su hombría.
-Pero
el rumor existe –insistió ella con
frialdad.
-Desgraciadamente
en efecto, existe, mas fue propalado
por sus enemigos.
-¿Necesitaba
mi primo –Anna Amalia utilizó ese
grado de parentesco, inexistente muchas
veces, con el que solían designarse
entre sí los soberanos de los estados-,
el príncipe nuestro vecino, llegar
a esos extremos de credibilidad, cuando
con la acusación de conspirador ya
bastaba en este asunto? ¿Por qué acumular
tantos cargos?
Dorigny
empezó a sudar, y no era precisamente
por el calor que hacía en aquella
habitación al estar la chimenea encendida.
-Es
una historia muy complicada, alteza.
Anna
Amalia sonrió ligeramente burlona.
-Contádmela,
pues disponemos de mucho tiempo, sí
es tan complicada.
El
escultor pensó en Liesel con desesperación,
¿debería contarle a la duquesa algunas
cosas que le había confiado su joven
amiga?... No existía otro remedio,
sin embargo.
-Alteza,
cuando Wilhelm von Reisenbach fue
conducido a Wolkenbruch, se le autorizó
a llevar con él a un criado, pero
fue su esposa la que ocupó el lugar
de ese sirviente...
-¿Y
nadie se apercibió? –quiso saber ella
sorprendida.
-Lamentablemente
si, y digo lamentablemente porque
la soldadesca confundióse creyendo
que el criado era...
-Comprendo.
-Sorprendidos
en su prisión una noche, se puso al
descubierto el mal entendido pero
la joven tuvo que abandonar la fortaleza.
-Era
de esperar.
-Sí,
lo era.
-¿Es
entonces cuando vino en busca de vuestra
protección?
-No,
alteza, la recogió el duque de Alt-burg,
mecenas del poeta.
-¿Emil
Konrad mecenas de un conspirador?
Philippe-Lucien
se sintió muy esperanzado.
-Eso
indica, alteza, que no puede haber
tal conspiración sí un miembro de
la nobleza...
-Emil
Konrad era un libertino y deduzco
que la dama debe de ser muy hermosa
cuando tantos protectores le salen–
interrumpió secamente Anna Amalia,
quedando pensativa unos instantes
para luego decirle al expectante Dorigny:
-Toda
la aristocracia de Weimar conoce a
Frau von Reisenbach, menos yo, ¿a
qué se debe este sensible olvido,
caballero?
-¡Fue
por respeto hacia vuestra alteza;
Liesel es demasiado insignificante
como para tener yo el atrevimiento
de presentárosla! –exclamó angustiado
el escultor al presagiar nuevos males.
-¿Liesel?,
vaya... –la duquesa disimuló una sonrisa-
Bueno, monsieur Dorigny, pues habéis
de saber que, en ocasiones, hasta
una duquesa tiene curiosidad en conocer
a alguien “tan insignificante”...
Mañana por la tarde deseo que Frau
von Reisenbach venga a visitarme –ordenó-,
irán a recogerla a las cuatro, decídselo.
Philippe-Lucien
asintió en silencio, muy inquieto
ante el sesgo que estaban tomando
los acontecimientos.
Sigue...